La distribución de gastos en un contrato de alquiler es uno de los aspectos que genera mayor incertidumbre tanto para inquilinos como para propietarios. Aunque la Ley de Arrendamientos Urbanos establece un marco general, la realidad es que muchas de estas responsabilidades pueden negociarse y quedar reflejadas en el contrato. Comprender quién asume cada concepto económico resulta fundamental para evitar conflictos y garantizar una relación fluida durante todo el periodo de arrendamiento. Además, el depósito de seguridad cumple un papel clave como garantía, aunque su uso y devolución también están sujetos a normativas específicas que conviene conocer a fondo.
Gastos que corresponden al propietario de la vivienda
El propietario del inmueble asume una serie de costes inherentes a la titularidad y conservación del bien. Estos gastos no dependen del uso cotidiano que haga el inquilino, sino de la propia naturaleza del inmueble y de las obligaciones fiscales y administrativas que conlleva su posesión. Entre los más relevantes se encuentran aquellos relacionados con la estructura del edificio, los impuestos municipales y las pólizas de seguros que protegen el continente de la vivienda.
Gastos de comunidad y contribuciones obligatorias
El Impuesto sobre Bienes Inmuebles es responsabilidad directa del propietario, salvo en contratos de renta antigua donde puede haber excepciones. Este tributo municipal grava la titularidad del inmueble y su cuantía varía según el valor catastral y las ordenanzas locales. De igual modo, la tasa de basuras y otros servicios municipales como el alumbrado público suelen recaer sobre el arrendador, aunque en algunos casos pueden pactarse excepciones en el contrato. Por su parte, las cuotas de la comunidad de vecinos también corresponden al propietario, ya que se derivan de la copropiedad del edificio y de los servicios comunes que este ofrece. No obstante, si en el contrato se especifica expresamente que el inquilino asumirá estos gastos, tal acuerdo será válido siempre que ambas partes lo acepten de forma transparente y quede claramente reflejado.
Reparaciones estructurales y mantenimiento mayor del inmueble
Todas las obras necesarias para garantizar la habitabilidad de la vivienda son competencia del propietario. Esto incluye reparaciones en la estructura, instalaciones eléctricas, fontanería general, sistemas de calefacción o cualquier elemento que afecte al uso normal del inmueble. También corresponde al arrendador el mantenimiento de la caldera y la reparación de averías que superen los ciento cincuenta euros y que se deriven del desgaste natural por el paso del tiempo. El propietario tiene la obligación de realizar las reformas que aseguren que la vivienda cumple con los estándares mínimos de habitabilidad, y estos gastos no pueden trasladarse al inquilino. Además, si el propietario tiene contratado un seguro de hogar que cubra el continente, las primas de dicha póliza también serán asumidas por él, al igual que cualquier gasto relacionado con la defensa jurídica del inmueble o con la gestión inmobiliaria si decide contratar a una agencia para administrar el alquiler.
Gastos que debe asumir el inquilino durante el arrendamiento
El inquilino, por su parte, se hace cargo de los costes derivados del uso diario de la vivienda. Estos gastos están directamente relacionados con el consumo de servicios básicos y con el mantenimiento ordinario que se espera de cualquier ocupante responsable. La normativa contempla que el arrendatario debe velar por el buen estado de la vivienda durante el periodo de arrendamiento y asumir los desembolsos que se generen por su actividad habitual en el inmueble.
Suministros básicos y consumos individuales del hogar
El inquilino debe pagar las facturas de agua, electricidad y gas, que son suministros esenciales para el funcionamiento del hogar. Es habitual que al inicio del contrato se realice el cambio de titularidad de estos servicios, de modo que el arrendatario pueda gestionarlos directamente y recibir las facturas a su nombre. También es común que el inquilino asuma los costes de internet y telefonía, así como cualquier otro servicio que contrate de forma individual. El pago puntual de estos suministros es una obligación principal, y el incumplimiento puede acarrear recargos, cortes de servicio e incluso la inclusión en listas de morosos. En algunos contratos se especifica que la tasa de basuras también corre a cargo del inquilino, aunque esto depende de lo que se haya pactado. Es importante que el contrato de alquiler detalle con claridad qué gastos están incluidos en la renta mensual y cuáles deben abonarse de forma separada, evitando así malentendidos futuros.
Mantenimiento ordinario y reparaciones por uso habitual
El inquilino debe asumir el coste de las reparaciones menores que se deriven del uso cotidiano de la vivienda. Esto incluye el cambio de bombillas, la reparación de pequeñas averías en grifos o enchufes, el mantenimiento de electrodomésticos proporcionados por el propietario si el deterioro se debe al uso habitual, y cualquier desperfecto que no supere los ciento cincuenta euros y que no provenga del desgaste natural del inmueble. También es responsabilidad del inquilino mantener la vivienda en condiciones de limpieza adecuadas y notificar al propietario cualquier incidencia que pueda afectar a la estructura o a las instalaciones generales. Si el inquilino causa daños a la propiedad por negligencia o mal uso, deberá hacerse cargo de la reparación o asumir que el propietario descuente el coste del depósito de seguridad al finalizar el contrato. Por tanto, cuidar la vivienda y realizar un mantenimiento preventivo no solo es una obligación contractual, sino también una forma de proteger los intereses económicos del arrendatario.
El depósito de seguridad: función y regulación legal

El depósito de seguridad, también conocido como fianza, es una garantía económica que el inquilino entrega al propietario al inicio del contrato. Su finalidad es cubrir posibles incumplimientos del arrendatario, como impagos de renta, daños a la propiedad o gastos extraordinarios de limpieza al finalizar el arrendamiento. Este depósito está regulado por la Ley de Arrendamientos Urbanos y por las normativas autonómicas, que establecen tanto su cuantía como las condiciones para su retención y devolución.
Cuantía establecida y obligación de depósito en organismos oficiales
La fianza equivale habitualmente a un mes de renta en el caso de viviendas de uso residencial. En algunos contratos se puede exigir una garantía adicional de hasta dos meses de renta, aunque esta práctica no es obligatoria y depende del acuerdo entre las partes. El propietario tiene la obligación legal de depositar la fianza en el organismo oficial correspondiente de la comunidad autónoma, donde quedará registrada y protegida hasta el fin del contrato. Este depósito oficial garantiza que el inquilino pueda reclamar su devolución en caso de que el propietario no lo restituya sin causa justificada. El plazo para devolver la fianza varía según la región, pero generalmente oscila entre treinta y sesenta días desde la finalización del contrato. Durante ese periodo, el propietario debe realizar una inspección de la vivienda, documentar su estado y justificar cualquier deducción que pretenda aplicar sobre el depósito.
Situaciones en las que el propietario puede retener la fianza
El propietario solo puede descontar del depósito aquellos gastos que estén claramente justificados y que se deriven de incumplimientos del inquilino. Entre las causas más habituales se encuentran los daños a la propiedad que excedan el desgaste normal por el uso, como roturas de mobiliario, desperfectos en paredes o suelos, o deterioro de instalaciones. También puede retener parte de la fianza si existen alquileres impagados o si el inquilino deja la vivienda en un estado de limpieza extremadamente deficiente que requiera una intervención profesional. En caso de desalojo con costos adicionales o de incumplimientos graves del contrato, el propietario igualmente podrá aplicar deducciones. Sin embargo, el desgaste natural que se produce con el paso del tiempo, como el desgaste de pintura o pequeñas marcas en las paredes, no puede justificar la retención del depósito. Por ello, es fundamental que al inicio del arrendamiento se documente el estado de la vivienda mediante fotografías y una lista de verificación firmada por ambas partes, de modo que al final del contrato se pueda comparar y determinar con objetividad si ha habido daños imputables al inquilino.
Derechos y obligaciones de ambas partes en el contrato de alquiler
El contrato de alquiler es el documento que regula la relación entre propietario e inquilino, y en él deben quedar reflejadas todas las condiciones económicas y de uso de la vivienda. Tanto la Ley de Arrendamientos Urbanos como las cláusulas específicas del contrato definen los derechos y deberes de cada parte, y su cumplimiento es esencial para evitar conflictos y garantizar una convivencia armoniosa durante todo el periodo de arrendamiento.
Negociación transparente de gastos antes de firmar el contrato
Antes de firmar el contrato, es fundamental que ambas partes negocien de forma clara y transparente quién asumirá cada uno de los gastos asociados a la vivienda. El contrato debe especificar qué conceptos están incluidos en la renta mensual y cuáles deben abonarse de forma separada, así como quién se hará cargo de los gastos de comunidad, seguros, impuestos y suministros. También es importante acordar las condiciones de mantenimiento y reparación, estableciendo umbrales económicos a partir de los cuales una avería se considerará responsabilidad del propietario. Esta claridad contractual protege a ambas partes de malentendidos futuros y facilita la gestión del alquiler. Además, permite al inquilino planificar su presupuesto mensual con mayor precisión y al propietario prever los costes que deberá asumir durante el periodo de arrendamiento. La negociación transparente también incluye la definición de las condiciones de devolución del depósito de seguridad, los plazos para notificar averías y las consecuencias del impago de renta o suministros.
Recursos legales ante conflictos sobre responsabilidades económicas
Cuando surgen desacuerdos sobre quién debe pagar un determinado gasto o sobre el uso del depósito de seguridad, existen diversos recursos legales a disposición de ambas partes. En primer lugar, se recomienda intentar resolver el conflicto mediante el diálogo directo o la mediación, buscando un acuerdo que satisfaga a ambas partes sin necesidad de acudir a los tribunales. Si esto no es posible, tanto el inquilino como el propietario pueden recurrir a la vía judicial para reclamar el cumplimiento del contrato o la devolución de cantidades indebidamente retenidas. También es posible solicitar asesoramiento legal especializado en arrendamientos urbanos, que puede ayudar a interpretar las cláusulas del contrato y a identificar las obligaciones de cada parte según la normativa vigente. En algunos casos, las plataformas digitales de gestión de alquileres ofrecen herramientas para documentar pagos, averías y comunicaciones, lo que facilita la resolución de conflictos al contar con un registro detallado de todas las incidencias. La clave para evitar problemas es mantener una comunicación fluida, documentar todos los acuerdos por escrito y cumplir con las obligaciones contractuales de forma puntual y responsable.
